Y llegamos, otro año más, al
último día del mismo. Día en el que todos hacemos balance del año que dejamos
atrás y buscamos nuevos propósitos para incumplir el año próximo, porque seamos
sinceros, todos sabemos que nos van a durar, como mucho, un mes.
Ahora me toca a mí hacer balance
de este año, que a primera vista parece haber sido bueno conmigo. No recuerdo
ningún mal momento, tan malo como para estropear algo de lo bueno. es obvio que
he tenido encontronazos, disputas, malos momentos pero no empañan ni tan
siquiera uno de los buenos. Creo que la razón de mi buen año ha sido el perder
lastre que me hacía mal. Personas que estaban a mi alrededor que sólo conseguían
ponerme de mal humor y sacar lo peor de mí. No voy a ocultar que hay que saber
tratarme y que tengo mis malos modos y mi mal genio, como todo hijo de vecino,
pero me he dado cuenta que, desde que ciertas personas abandonaron mi vida,
encuentro más días buenos que días malos.
A este
año debo darle las gracias por poner a gente maravillosa en mi vida. Personas
que me han hecho crecer como persona, como estudiante, como hija, como amiga.
Personas que han aportado un poco de luz a mis días tristes. He tenido la
posibilidad de sentirme como en casa dentro de un grupo que acababa de
conocer. Esas personas han conseguido
que olvide algunos de mis miedos, que sea valiente para enfrentarme a diversas
situaciones de la vida y me han dado la oportunidad de ser quien soy. Otras de mis nuevas amistades han conseguido
que me sienta querida, que pueda ser yo misma dentro de un grupo, a no tener
miedo a medir mis palabras o actos. Me han aceptado como soy (incluso si bailo
una canción de reggaetón con el baile de los pajaritos) y se los agradezco. Ha
sido una verdadera liberación saber que el problema, no radicaba en mí.
También
debo agradecer el tener a los amigos de siempre, aquellos que me acompañan en
mi día a día desde hace tantos años que ya ni recuerdos. Personitas que hacen
que me sienta agradecida, no sólo hoy, sino todos los días del año. Amigos con
los que he reído, he llorado, o simplemente hemos tenido una “noche tranquila” de las que se nos junta la cena con el
desayuno (importante desayunar cruasán de jamón york y queso con jamón york y
queso)
Otro
pilar fundamental en este año 2012 ha sido mi familia, aquella que siempre está
en un segundo plano. Tan lejos como para dejarme volar, pero tan cerca como
para caerme si me caigo. Son lo mejor que me ha podido dar la vida en general,
no sé qué sería de mí sin ellos.
También doy gracias a este año por haberme
brindado tantas oportunidades, tanto en lo académico, como en lo personal,
familiar, etc. Todas las cosas que he vivido, tanto buenas como malas, me han
hecho ser lo que soy hoy y no me arrepiento. Creo que todo esto me ha ayudado a
ser mejor y no a ser peor. Como dije
anteriormente, he vivido más mejores momentos que malos momentos. He derramado
más lágrimas de alegría que de tristeza y por eso también doy gracias.
Después
están los malos momentos, aquellos en los que la sangre se te hiela. Aquellos
en los que crees que nada va a ir bien, que todo se ha acabado. También
momentos en los que ves todo aquello que sucede a tu alrededor, cómo lo pasan
aquellos que te rodean y crees que nadie merece eso, que algo (o todo) están
haciendo mal aquellos que gobiernan y que te gustaría poder arreglarlo.
Momentos bipolares en los que sufres con aquellos que sufres y a la vez te
alegras de tener aquello que tienes.
Parezco alguien que acaba de
ganar un premio, dando las gracias por todos y como suelen decir, creo que no
me dejo nada ni a nadie. Parece que acabe de ganar un premio pero es que para
mí, este año 2012 ha sido un premio. Si la evaluación del año fuese como la
declaración de la renta, este año me saldría a devolver miles y miles de
sonrisas.
Para finalizar, sólo decirle a
este año que en breve entra, aquella frase que, siendo niña, me encantaba
cuando la decía mi madre: “diosito, que me quede como estoy”.