martes, 2 de agosto de 2011

Para mi grandullona

Es curioso cómo las cosas van cambiando en la vida de una sin que se percate de los cambios, y de pronto, ya nada es como ayer. Las amistades han cambiado, algunas a mejor, otras a peor y otras simplemente desaparecen. Las cosas que antes te gustaban empiezas a notar que ya no te gustan, que no sólo tu alrededor a cambiado, tú has cambiado. Eso mismo me ha pasado a mí, ya nada es igual menos por una cosa. Bueno, más bien, menos por una persona.

Una persona que ha estado ahí desde que tengo uso de razón o quizá un poco antes. Una persona que aunque nos hayamos distanciado, nos hayamos peleado o me haya comportado como una completa imbécil siempre ha estado a mi lado. Una persona a la que no he sabido valorar muchas veces, quizá por pensar que debido a la distancia ya la había perdido. Una persona a la que recuerdo en casi todos mis buenos momentos y mejor aún en todos los malos. Porque estar en los buenos momentos es fácil. Para reírse con la gente no hace falta gran cosa, no hace falta ni conocerse, pero para estar en los malos momentos para eso hay que tener un corazón muy grande y ella lo tiene.

Yo siempre he tenido la errónea idea de que una amiga, una mejor amiga, es la que está siempre a tu lado. La que no se distancia de ti ni un solo momento. Aquella con la que has compartido todo desde tiempos inmemorables. En otras palabras, una sustituta de hermana. Pero eso no es tan así. Pues una mejor amiga o una amiga sin más, tiene derecho a tener su propia vida, a tener sus propios secretos y a no compartirlo todo a buscar su vida por otro lado. Tiene derecho a irse. Pero una verdadera amiga siempre vuelve. Por muy lejos que esté, por mucho tiempo que haya pasado si la llamas viene.

Esa, creo yo, es la definición de una buena amiga. Aunque sin duda, para definir la amistad, yo prefiero usar una sola palabra, Mariola.

No hay comentarios: